En la tarde del sábado 9 de mayo, Mara caminó lento por su recinto en el Ecoparque porteño e ingresó voluntariamente a la caja de traslado. Minutos más tarde, sus cuidadores, veterinarios y personal que trabajó en su entrenamiento y cuidado la despidió con caricias y lágrimas antes de comenzar su viaje.
Mara viajó despierta y no abandonó la caja en ningún momento. Fue monitoreada cada dos o tres horas por parte del equipo técnico que la acompañó, alimentó, limpió y la evaluó hasta Foz de Iguazú. Durante el viaje comió frutas y verduras, alfalfa, bambú y una nutrición suplementaria.
En la mañana del lunes, ya en la aduana, se realizaron los trámites pertinentes, el equipo de veterinarios y cuidadores del Ecoparque se despidió de Mara y tomó la posta el equipo del Santuario de Elefantes quien se encargará de Mara de acá en adelante.
En la mañana del martes 13, la caja de traslado de Mara se cambió a un camión más chico y adaptado para la ruta brasilera, hasta que pasado el mediodía, Mara descendió voluntariamente de la caja y caminó tímidamente por el campo.
Durante todo el viaje estuvo activo el protocolo de prevención de contagio en donde se minimizó el riesgo frente a la pandemia que estamos viviendo para todas las etapas del traslado.
Mara era la única elefanta asiática del Ecoparque porteño. Compartía su recinto con dos elefantas africanas, Kuky y Pupy -dos elefantas hermanas nacidas en el Parque Kruger de Sudáfrica-. Tiene entre 50 y 54 años (la esperanza de vida en cautiverio para esta especie es de 75 años). Llegó al antiguo zoológico porteño el 16 de octubre de 1995 producto de un decomiso judicial por la quiebra del Circo de Rodas, y el 9 de mayo de este año, fue trasladada para tener una mejor calidad de vida.