Por Franco Spinetta. Especial para Diario Z
Con más tiempo para estar dentro de casa, la posibilidad de empezar con una pequeña huerta está al alcance del entusiasmo y muy pocos elementos necesarios: tierra, semillas y sol. Así, en no mucho tiempo, es posible sumar a la mesa verduras cosechadas en el balcón o terraza con las propias manos.
En un contexto signado por la pandemia, el debate por la relación del ser humano con el ambiente, un miniregreso a la tierra no viene nada mal. “Empezar una huerta en casa es tomar las riendas de nuestra alimentación, adquiriendo un hobby que nos va a traer conexión con nuestra salud desde diferentes aspectos que seguramente no estabas imaginando”, dice Joy Sapoznik, creadora de El Brote Urbano, un espacio de difusión de estas prácticas y punto de referencia para quienes quieren abrir la puerta de este universo.
Joy revela que en la tierra hay un tipo de microorganismo (Mycobacterium vaccae), que al interactuar con el cuerpo provoca la liberación de una mayor cantidad de serotonina, la hormona encargada de brindar la sensación de felicidad y que regula el humor, el sueño, el apetito, el ritmo cardíaco, la temperatura corporal, la sensibilidad y las funciones intelectuales.
Las huertas urbanas no son un fenómeno nuevo. Desde hace años llegaron para acoplarse a una serie de cambios de hábitos (reciclaje, cuidado intensivo del agua, consumo consciente de alimentos). Cuando hablamos de huertas, el tamaño no importa: cada centímetro ganado al pavimento, es puro beneficio. Según la FAO, promueven la biodiversidad, reducen las islas de calor, absorben el ruido, mejoran la calidad del aire y disminuyen la deposición de basura, gracias a la posibilidad de convertir los desechos orgánicos en compost.
“La agricultura urbana proporciona alimentos frescos, crea cinturones verdes, y fortalece la resiliencia de las ciudades frente al cambio climático”, indica el organismo dependiente de Naciones Unidas. Los huertos urbanos pueden llegar a ser 15 veces más productivos que una chacra ubicada en zonas rurales, de mayores dimensiones.
La FAO revela que un espacio de apenas un metro cuadrado, puede proporcionar hasta 20 kilos de comida al año. ¿No suena tentador cosechar tu propia verdura de calidad y en pleno control de la seguridad alimentaria?
“Para mí, poner una semilla en la tierra era una aventura desconocida”, cuenta Cynthia Santesteban. Lo que Cynthia no había vivenciado era justamente ese proceso de ver nacer la planta, observarla pacientemente y conectarse hasta entender qué era lo que necesitaba para crecer en un espacio reducido como el balcón de su casa. De pronto, su balcón estaba poblado de tomates, albahacas, lechuga, acelga, remolachas, aromáticas. “Me ayudó a bajar 10 mil revoluciones, es una enseñanza fantástica, sobre todo en este contexto”, asegura. Para Cynthia, lo más trascendente de haber hecho una huerta en su casa, fue haber encontrado una fuente de abundancia: “Es increíble que una semilla se transforme en comida y eso, a su vez, te de muchas más semillas para que uses vos o regales”.
¿Cómo arrancar tu propia huerta?

Buscar un lugar donde haya sol directo durante 3 horas al día mínimo para lo que son hojas, y de 6 para los cultivos de fruto como el tomate o el morrón.
Comprar sustrato, que sea mezcla para plantas de interior. También se puede hacer la propia mezcla usando compost y resaca.
Conseguir semillas en viveros y chequear el calendario del INTA https://inta.gob.ar/documentos/calendario-de-siembra. También se puede empezar con plantines y luego cosechar las semillas de las plantas.
¿Dónde armar la huerta?
En contenedores, que puede ser cualquier cosa que pueda contener al sustrato: deben tener 25 cm de profundidad para las aromáticas y 40 cm para las hortalizas.
Manos a la obra: con los contenedores en su lugar, colocar el sustrato hasta arriba, regarlo para que se acomoden las partículas y sembrar o trasplantar los plantines.
Último tip: colocar una capa de material seco que pueden ser hojas secas. Esto protege el suelo.
Ahora sí, a sentarse con el mate y esperar la cosecha de nuestra siembra.
