“Habitación Macbeth” de Pompeyo Audivert, una convulsiva e impensada flor de la pandemia

Por Valentina Herraz. Especial para Diario Z

“El teatro es un ritual de la presencia”, afirma Pompeyo Audivert, que está presentando Habitación Macbeth, una adaptación de la obra de William Shakespeare.

Con la reapertura de la actividad teatral, el actor y director volvió al escenario en la sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación. La obra ya estaba lista pero Audivert no pensó ni por un momento pasarla a las pantallas: “Streaming no hice, ni hago ni creo en eso”, aclara.

La pandemia lo llevó a levantar la presentación de Trastorno, una tragicomedia basada en “El pasado” de Florencio Sánchez,  y a mudarse a Mar del Sur para cumplir el aislamiento.

Una vez en el diminuto pueblito costero empezó a trabajar con lo que tenía alrededor, entre esas cosas Macbeth, y decidió poner en práctica un proyecto que anhelaba: interpretar todos los personajes él mismo.

En medio de una pandemia, de un final de época, de un derrumbe histórico como en el que estamos, la presencia de un espectador en una sala teatral siempre es más subversiva.

pompeyo audivert

La puesta en escena cuenta con la extraordinaria música en vivo de Claudio Peña. Audivert lo presenta así: “Es un músico contemporáneo que tiene una sensibilidad extraordinaria para lo teatral, que va componiendo a la par del crecimiento de los acontecimientos formales del ensayo. Es una atmósfera, un clima, un aliento poético su música fundamental”.

Habitación Macbeth, el unipersonal que a la vez actúa y dirige Pompeyo Audivert logra, sin proponérselo, abordar muchos de los fantasmas que nos visitan en las noches de pandemia.

¿Ingresar a una sala teatral puede generar temor? El teatro es todo lo que recomiendan no hacer: “No vayas a lugares cerrados”, “no estés con gente desconocida”.

Hay una necesidad de lo teatral. Es un fenómeno artístico singularísimo, que tiene que ver con cierta escrutación de la identidad y de la pertenencia a una escala extra cotidiana. El espectador va al teatro a atisbarse en otras latitudes. Por eso en medio de una pandemia, de una crisis mundial, de un final de época, de un derrumbe histórico como en el que estamos, la presencia de un espectador en una sala teatral siempre es más subversiva. Siempre es más el intento de dar con otra versión de sí mismo. Y sobre todo los que se presentan a ver una obra como Macbeth de Shakespeare. Por lo tanto, el fenómeno de lo teatral es algo de lo que se tiene cierta sed. Hay que saludar la aparición del público, sobre todo con el aliento de los dispositivos mediáticos de inoculación de miedo, de parálisis, de alienación.

Ese ingresar al teatro es el reclamo de Macbeth de “frenar el tiempo” ¿Cuando entra el público empieza la verdadera burbuja?

Lo que sucede en el teatro y a través de Shakespeare, en este caso, es que el tiempo, el espacio y la presencia se suspenden en un sentido y se activan en otro. Se suspenden en el sentido del tiempo, de la presencia y el espacio ficcional histórico en el que nos movemos. Y se activan en una valencia metafísica y poética. El espacio, el tiempo y la presencia comienzan a ganar su sentido y su singularidad de fondo.

¿Por qué?

Las temáticas de la tragedia connotan, con dimensiones sobrenaturales, versiones larvadas de quienes somos. Personas que, como Macbeth, cambian de fiel servidor de su rey a un asesino compulsivo, sediento de poder… se producen cambios abruptos en la identidad. Algo que también sucede en el frente histórico, artistas, periodistas, políticos que pasan de ser una cosa a ser la opuesta y uno no logra explicarse qué es lo que mueve a esas identidades a dar semejante vuelta, supone que también ahí operan fuerzas inexplicables. O tal vez esas identidades siempre fueron eso y eran personas muy inteligentes y supieron montarse en corrientes de época y fingir ser una cosa durante un tiempo hasta que las condiciones históricas se presentaron de forma tal que permitieron que activaran su verdadera identidad. Y entonces no tuvieron ningún prurito en abandonar esa ficción.

¿Entonces el mundo es un escenario y todos somos actores?

Sí, el teatro de algún modo es una versión poética y extrañamente ficcional de una realidad a la que pertenecemos. El frente histórico es un campo ficcional, teatral, donde nosotros jugamos roles casi predeterminados. Como si fuéramos actores de un drama o de una comedia que ya está escrita y que nos detenta como piezas en su tablero. Nuestra misión de seres sería rasgar, romper ese espejo ficcional histórico y ese espejo ficcional identitario para dar con nuestra verdadera identidad que no pertenece estrictamente a este tendido ficcional en el que estamos inscriptos. El teatro del mundo es un teatro de parálisis, epiléptico, alienado. Entonces sí, el teatro de algún modo es una metáfora de una sospecha existencial de que estamos en una parálisis, en una encrucijada teatral también nosotros como seres.

¿Por qué quisiste protagonizar todos los personajes? ¿Era una idea anterior o se relaciona con los límites de la pandemia?

Es una fantasía que tenía desde hace mucho tiempo: poner de manifiesto cierta monstruosidad o cierto fenómeno paranormal del actor. El actor como una especie de agente mediúmnico que puede concentrar en sí múltiples presencias. El actor es uno, es más que uno, es otro. Pero el actor puede ser muchos otros. Hay algo de eso que cuando uno actúa presiente. Cuando uno actúa un solo personaje siente que hay lugar para más cosas allí. Que ese fenómeno de la actuación, de algún modo, está siendo obturado en su potencia por la aparición de un personaje que cumple todas las de la ley de una identidad ficcional y no permite nada más que ese funcionamiento. Uno tiene que remitirse nada más que a las condiciones ficcionales de Hamlet, de Ofelia, etc., del que fuera, uno está obligado a cuidar eso. Venía actuando en varios personajes y sentía que podía ir más lejos. De algún modo la pandemia me alentó a llevar adelante ese propósito que me visitaba como fantasía. Así que decidí tomar la obra Macbeth como piedra de toque para este interés y la adapté para ese fin. La idea de un actor habitado por todos esos personajes, de un actor teatro, simplificar todo a ese grado sin perder la obra shakespeareana.

Sin embargo, el séptimo personaje no mantiene el desafío de los otros seis ¿es una ruptura de tu propia propuesta?

Clov, es el séptimo personaje, es un personaje de Becket. Es un servidor de escena en este caso es el último remitente, es el que hace todo, en realidad. Remite a un paisaje de fondo de la escena teatral que a mí me interesa mucho, que es un paisaje devastado. Un actor con un mecanismo que ya ha perdido su propia identidad, que no sabe quién es, que no puede volver a una identidad histórica, que no pertenece al campo teatral y que es el operador de toda esta maquinola.

¿Un personaje de Becket?

Shakespeare y Becket tienen abejas mutuas, tienen relaciones, Becket trabaja mucho con intertextualidad shakesperiana, en Fin de partida hay mucho de Lear. A mi me resultan muy atractivos como dos opuestos y parientes, como si fueran dos geometrías de la teatralidad, una cóncava y otra convexa. Becket es cóncavo, vacíos existenciales, restos en vía de extinción, que no saben si están vivos o muertos, que han perdido toda noción de quienes son por un lado. Lo cóncavo que sería Shakespeare o el mundo en un furioso cuerpo de relámpagos y de pasiones y de identidades, que están convulsas y en las que florecen aspectos impensados. Una brotación de lo vital y de lo humano. Ambas geometrías generan una esfera llena de resonancias.

¿Habitación Macbeth hubiera podido cuajar en otro contexto o es una obra de esta coyuntura?

Hubiera cuajado en cualquier coyuntura por la temática de fondo ya sea de la obra de Shakespeare como de la visión de dirección y del concepto que activa toda esta obra son universales y trascienden la coyuntura. La pandemia me redujo a mi casa, entré en una clausura, casi te diría de la clandestinidad. Tabicado ahí en esa casita empecé a pensar qué hacer con los elementos que tenía a mano, que en este caso era Macbeth. La pandemia activó eso y activó también la introspección, esa forma de estar como larvados con nuestras propias fantasmagorías luminosas y oscuras.

Es un costado positivo de la pandemia…

Creo que la pandemia vino para producir esos cambios, para llamarnos la atención de nuestra propia consistencia existencial. En el caso de esta obra me parece que es una flor de la pandemia. Pero no porque se dedique a hablar de la pandemia de ningún modo sino porque floreció en las condiciones de invernadero. Pero su operación va más allá de la coyuntura circunstancial.

(Versión para un actor) de Pompeyo Audivert sobre Macbeth de W. Shakespeare.

Actuación y dirección Pompeyo Audivert. Música original de Claudio Peña

Centro Cultural de la Cooperación-Corriente 1543

Entradas Tel 5077 8000 int 8313 http://www.centrocultural.coop

Domingo 19hs. Sábado 20hs