Cerraron más del 10% de los centros culturales y reclaman recursos para adaptarse al protocolo

Por Demián Verduga. Redacción Z.

La vida cultural de Buenos Aires fue otra de las principales víctimas de la pandemia de Covid-19. La necesidad de que las personas no se reúnan para mitigar la expansión del virus fue un mazazo para los teatros, los cines, los centros culturales. Dentro de ese universo, la cultura autogestiva -los centros culturales independientes- tuvo una situación aún peor. En parte se debió a que es un sector ya precarizado más allá de la pandemia.

El Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (Meca) agrupa a más de 50 espacios de este tipo que funcionan en la Ciudad. El objetivo de la organización es poder reunir fuerzas para reclamar políticas específicas para el sector, que se volvieron más urgentes con el Covid. Diario Z consultó a miembros de la Meca sobre sus demandas más urgentes y las de mediano plazo. Y con un interrogante central: ¿cómo sobrevivieron a la pandemia y qué necesitan para salir a flote?       

“No todos pudieron sobrevivir”, dijo Darío Romano, director del Centro Cultural Uriarte, ubicado en el barrio de Palermo. Según Romano, entre un 10 y un 15% de los centros culturales independientes cerraron sus puertas durante la pandemia. Ese porcentaje implica unos 20 espacios sobre alrededor de 200 que tiene relevados la organización, sin contar las milongas.

“Nosotros estamos en un sector con mucha informalidad labora -agregó Romano-. Tuvimos que dejar de pagar sueldos o reducir los que se venían abonando. Quienes logramos sobrevivir lo hicimos en parte porque no teníamos costos fijos elevados, como el alquiler. Y eso permitió sostener los lugares durante la pandemia”.

“El año pasado prácticamente no se pudo trabajar-remarcó-. Algo arrancó cuando se aprobaron los protocolos de sretaming. Podía haber una banda tocando y transmitiendo”.

Sobre las actividades virtuales, Lucía de la Torre, directora del Centro Cultural JJ, en el barrio del Abasto, le dijo a este medio: “Es cierto que cuando se habilitó un protocolo para eventos virtuales pudimos comenzar a trabajar. Lo que ocurre también es que es mucho más difícil monetizar ese tipo de eventos”.

De la Torre contó que, además de algunos subsidios estatales, JJ logró mantenerse en pie al reconvertirse parcialmente. “Creamos el Mercado del Abasto y nos dedicamos a vender comida casera a domicilio en el barrio. Nosotros teníamos servicio de comida y lo hacíamos con productos agroecológicos de cooperativas de la economía popular que producen esos alimentos. Eso nos ayudó a zafar”.

Lo urgente  

La llegada de la primavera, con la suba de la temperatura y el reverdecer de las flores, generó un respiro el año pasado en los centros culturales autogestivos, aunque tampoco fue posible para todos.  “En octubre del 2020 volvimos con actividades en la vereda-dijo De la Torre-. Eso nos permitió comenzar a retomar propuestas. El tema es que hay algunos espacios que no tienen una vereda lo suficientemente ancha como para montar algo y tampoco cuentan con un patio dentro del centro”.  

“Creamos el Mercado del Abasto y nos dedicamos a vender comida casera a domicilio por el barrio. Nosotros teníamos servicio de y lo hacíamos con productos agroecológicos. Eso nos ayudó a zafar”

Lucía De la Torre, directora del Centro Cultural JJ, del barrio del Abasto.

Y es aquí donde aparece el punto urgente que están planteando los  espacios culturales de la Meca. Porque los protocolos aprobados por el Gobierno porteño exigen un aforo del 50% para realizar eventos en lugares cerrados y que además tengan ventilación mecánica. Es decir: un sistema que rebuena el aire de modo constante.    

“Los que pudieron invertir y poner ese sistema que exige el protocolo ahora están trabajando con el aforo-señaló Romano-. Esos aparatos de ventilación salen 300 mil pesos, en un lugar como el nuestro. Si el espacio es más grande puede costar 500 o 600 mil pesos. Obviamente que luego de un año como el pasado es imposible que la mayoría de los centros puedan financiarlo”.

El reclamo de los espacios nucleados en la Meca es, en lo inmediato, que el gobierno porteño financie estos sistemas de ventilación. Y en el mediano plazo una política específica para el sector.

“La pandemia intensificó problemas que se daban hace mucho tiempo-dijo De la Torre-. La mayoría de los trabajadores estamos en una situación muy precaria, cobrando sueldos por debajo de la canasta básica. En el Gobierno porteño creo que falta conciencia y voluntad para generar políticas de fomento. La cultura de la Ciudad es riquísima, con los espacios independientes, los artistas callejeros. Tiene expresiones muy fuertes. Y a veces parece que cuesta que se entienda que todos somos trabajadores de la cultura. Son discusiones de fondo que estamos dando ahora”.

“Los aparatos de ventilación mecánica para lugares cerrados cuestan de 300.000 a 600.000 pesos, según el tamaño del lugar. Luego de un año y medio de pandemia, la mayoría de los centros no lo puede financiar”.

Darío Romano, director del Centro Cultural Uriarte, en Palermo.

Hace dos semanas, los legisladores porteños del Frente de Todos Matías Barroetaveña y Maru Bielli presentaron un proyecto de ley en la Legislatura con el apoyo del Meca. La iniciativa propone que el Banco Ciudad abra una línea de crédito específica para este sector. Los fondos serían destinados para los centros que no pudieron adaptar su ventilación al protocolo y que entonces reabran sus puertas.

“El gobierno de la Ciudad debe generar esquemas de financiamiento que permitan a los espacios culturales adecuarse a los protocolos vigentes y volver a funcionar”, le dijo Barroetaveña a Diario Z.

“También debe proponer políticas para incentivar el consumo de bienes culturales-agregó-. No alcanza con algunos funcionarios que salen a pedir por las reaperturas de los espacios. Hay que tender una mano desde el Estado hacia las organizaciones que vienen muy golpeadas”.

El público

Luego de un año y medio de pandemia, con la mezcla de temor al contagio y necesidad de reencuentro que habita a muchas personas, es una incógnita que ocurre con el público porteño.

“Nosotros empezamos programando el viernes y sábado a la noche”, contó Romano. “Y notamos que la gente está con ganas de salir. Incluso en el momento más duro de la pandemia, las personas cambiaban sus hábitos para poder ir de día a ver algo al aire libre”.

De la Torre tuvo una percepción similar.  “El avance de la vacunación nos está ayudando mucho. Hay menos personas asustadas. Permite la reapertura gradual de nuestro sector. Por otro lado, hacemos el trabajo de difundir que si vienen a nuestro espacio van a estar cuidados. Porque alguna gente todavía tiene miedo de salir”