De traidor a padre de la Patria: el papel de San Martín en la Guerra de la Independencia

Por Franco Spinetta. Especial para Diario Z

La historia está urdida de frases hechas, bronces, mitos y leyendas. José de San Martín (1778-1850), el padre de la Patria, el gran Libertador, fue un hombre con una verdadera virtud organizadora, que había cultivado sus ideas políticas al calor de la guerra de España contra el expansionismo napoleónico. ¿Quién fue realmente este personaje tan importante para la historia argentina? ¿Cuánto de mito y cuánta verdad hay en la versión oficial de su gesta?

Cada 17 de agosto, la conmemoración de la muerte de San Martín despierta interés por entender el rol de esta figura en la independencia argentina. Hoy, sus restos descansan en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, con una guardia permanente del Regimiento de Granaderos y una llama eterna flameando en su memoria. Ningún otro personaje histórico recibe este tipo de honores.

“Hay que aprovechar esta fecha para pensar qué patria era la de San Martín y qué era lo que quería”, dice a Diario Z el historiador Alejandro Rabinovich,  quien en 2016 ganó el premio “200 Años de la Independencia Argentina”, organizado por el Congreso de la Nación, por su ensayo “Una Independencia, dos caminos”. Rabinovich se dedicó a desgranar la historia de San Martín. Lo alejó del bronce y lo acercó a sus dotes como político y gestor de revoluciones. Un perfil que lo puso al frente de un movimiento cuya aspiración era liberar América de las monarquías absolutistas.

“Cuando San Martín nace en Yapeyú, la Argentina no existía y el Virreinato del Río de la Plata acababa de ser formado. Era una entidad administrativa que no generaba ninguna identidad en la gente. Nadie decía que era rioplatense. La gente se llamaba a sí misma correntino, cordobés o porteño. Pero sobre todo se veían a sí mismos como españoles americanos”, explica Rabinovich.

¿San Martín se consideraba así?

San Martín se veía a sí mismo como un español americano. Él no siente, cuando se va a España con la familia, que se va a otro país, sino que está dentro de su patria. La mayor parte de su vida la pasó en otras tierras. Lo tenemos como un prócer argentino, pero su mundo de referencia era otro. Eso es muy importante para entender sus posiciones políticas y entender por qué le fue como le fue acá.

¿Cómo fue ese recorrido?

Cuando él decide abandonar su carrera militar en España, donde su futuro era muy promisorio, vuelve para incorporarse a un ejército que decididamente no era de la misma calidad, sin recursos públicos. Él arriesga mucho.

¿Por qué lo hace?

Porque viene pensando en liberar América. Liberar quería decir que los ciudadanos tuvieran derechos, sin una monarquía absoluta, sino con una monarquía institucional.

¿De dónde se hace esa idea?

Cuando estaba en España, San Martín participa del espíritu de la Revolución Francesa,  ideas que claramente rebalsaron de lo que era Francia. En España empieza a permear el pensamiento liberal de la época, por supuesto nada que ver con el pensamiento de hoy. Se hablaba de terminar con las monarquías absolutistas, otorgar libertades a los ciudadanos y de la participación. La resistencia contra los ejércitos de Napoleón es muy liberal. San Martín formaba parte de eso. Entre los americanos que participaban de esas guerras de independencia de España contra Francia, se van armando logias y una de ellas se termina reuniendo en Londres, donde estaba San Martín, junto a otros revolucionarios americanos. Ahí se ponen de acuerdo en que lo iban a buscar no era la libertad de cada uno de sus pequeños países, que en realidad todavía no eran tales.

¿Buscaban la libertad de toda América?

A nadie se le ocurría pelear por la Capitanía de Chile o de Venezuela o por el Virreinato del Río de la Plata. “Vamos a liberar América entera”, dijeron. Esa es la clave política para entender a San Martín. Él tiene en la cabeza terminar con el orden virreinal de toda América. Cuando llega acá, se encuentra con muchos revolucionarios con ideas similares, pero que tenían mucho más arraigada la idea de patria chica. En particular, el grupo de Rivadavia, que era un grupo porteño y quería la revolución y la independencia, pero pensaba en los intereses de Buenos Aires. Lo que pasaba en Lima o en Chile era secundario para ellos. En cambio, para San Martín era secundario lo que pasaba en Buenos Aires. Lo que le importaba era expandir la libertad al resto del continente.

¿Esas dos miradas confluyeron de alguna manera?

Confluyeron hasta que entraron en conflicto. En 1819 se produce la ruptura. Chile ya era más o menos libre, San Martín vuelve a Mendoza para reflotar el ejército. En ese momento, el director supremo del Río de la Plata, José Rondeau, estaba amenazado por las fuerzas del Litoral, y le da la orden a San Martín de que vuelva a Buenos Aires para defender la capital. Lo mismo le ordena a Belgrano. Esas órdenes no eran negociables. San Martín debería haberla cumplido, pero ya en ese momento tenía muy claro su máxima principal: su prioridad no eran los intereses de Buenos Aires, sino de América. Él consideraba que era más importante llevar ese ejército para liberar Perú que salvar a Buenos Aires. Desde ese punto de vista, es un héroe. Desde el punto de vista del gobierno que estaba en la capital, que estaba a punto de ser atacada y humillada, era un traidor. Cuando San Martín se va con este ejército no cuenta más con los recursos de Buenos Aires. Por eso, en Perú, cuando se le termina su capital político, no puede volver a Buenos Aires a hacer política, donde su grupo había sido derrotado. Él creía que Rivadavia lo iba a juzgar por desacato. Por todo esto, es importante entender sus posiciones políticas para comprender cómo concebía la idea de Patria y cómo le fue. Si no, sería imposible entender por qué se exilia durante 30 años en Francia.

De hecho, en la Ciudad no es una figura muy presente, como lo es en el interior.

San Martín pasa a ser una figura indiscutible recién en 1850, cuando ya estaban todos muertos. En la capital no llegó a estar un año, en 1812. Su gesta fue en el norte, en Cuyo, en Chile, en Perú. Sobre todo, después, vivió mucho en Francia y España. No era una persona de la elite porteña, no era reconocido, era un extranjero para ellos.

¿Qué es mito y qué no alrededor del personaje que se construyó sobre San Martín?

En el momento en el que él llega, en 1812, había una falta total de capacidad militar de los ejércitos de la revolución. Hacían falta militares profesionales, que estuvieran al tanto de las nuevas tácticas europeas. San Martín tiene una gran capacidad organizadora, más que un general en jefe, se necesitaba alguien capaz de organizar un ejército. En eso, era el mejor. Eso es lo que hace primero con el Regimiento de Granaderos a Caballo, para mostrar cómo tenía que hacerse. Y después lo expande al Ejército del Norte y de Cuyo. Le da así a la revolución un brazo armado capaz de llevar a cabo el programa, que era muy lindo políticamente, muy jugado y osado, pero que no tenían cómo cumplirlo. San Martín lo hace posible. Ese es su gran mérito, porque así se salvó la revolución.

¿Y los mitos?

El mito lo arma Bartolomé Mitre, que fue el creador de la historia patria. Él decide, en 1860, que los dos padres fundadores iban a ser Belgrano y San Martín. Mitre presenta a un San Martín hecho de renuncias, abnegado, que no quiere nada para sí. Es la figura pública que prevalece. Un señor que no buscaba el poder, que no se metía en política. La realidad es que San Martín se da cuenta enseguida que, en el marco de la revolución rioplatense, si no hacía política no iba a poder hacer nada de lo que tenía en la cabeza. En un contexto revolucionario, si no se metía de lleno en la política, no iba a tener ejército, ni soldados, ni libertad de nada. San Martín fue un activo militante político, un gran organizador de revoluciones para imponer el poder. Conformó la famosa Logia Lautaro, que digitaba desde las sombras la política rioplatense y terminó manipulando a todos en la región. Es una persona que vemos como apolítica, pero al contrario, es un hábil jugador político. Lo que no hizo nunca fue ponerse él al frente, no decía “quiero ser el gobernador o director supremo”, sino que lo hacía desde las sombras. Es muy interesante y polémico para la época. Es difícil verlo también como un conservador, pero la realidad es que no quería la participación popular. Desconfiaba, en las condiciones de la época, de la anarquía que se podía producir por la participación de la ciudadanía. Entonces restringe la política a su mínima expresión.

Una suerte de élite.

Sí, absolutamente. Es un San Martín conservador en lo político que no está muy presente en el imaginario. Artigas y otros dirigentes con una visión más democrática y popular, se distanciaron de él porque veían un intento de imponer una tiranía.