La fuga de cerebros argentina en tiempos de inteligencia artificial

Argentina siempre fue reconocida por su carne y su soja. Pero en la era de la inteligencia artificial (IA), también está exportando algo más valioso: talento. Cada vez más jóvenes científicos e ingenieros altamente capacitados están dejando el país para continuar sus carreras en el exterior, atraídos por mejores salarios, infraestructura tecnológica avanzada y ecosistemas de investigación consolidados.

Uno de ellos es Agustín Martínez, investigador especializado en seguridad de IA, quien completó su doctorado en la Universidad de Buenos Aires. Al buscar un puesto de investigación posdoctoral, descubrió que las oportunidades locales eran casi inexistentes. “Cuando empecé a investigar dónde se estaba haciendo este trabajo, me di cuenta de que las únicas opciones estaban afuera”, contó Martínez. Hoy trabaja en uno de los principales centros de investigación en IA del mundo, en Oxford, Inglaterra.

Su historia refleja un dilema que enfrentan muchos científicos argentinos: quedarse para pelear por un lugar en un sistema con pocos recursos o emigrar hacia países donde las condiciones laborales y la infraestructura de investigación son mucho más favorables.

Una promesa de IA que choca con la realidad

El presidente Javier Milei ha repetido en múltiples ocasiones su deseo de convertir a Argentina en un hub global de inteligencia artificial. Desde su llegada al poder en 2023, ha cortejado a las élites tecnológicas de Silicon Valley y cultivado una relación digital con figuras como Elon Musk. “No se sorprendan si Argentina se convierte en el próximo centro global de la IA”, dijo en un discurso.

Sin embargo, la realidad que enfrentan los investigadores es mucho más compleja. La inflación ha erosionado los salarios, los laboratorios operan con equipos obsoletos y los recortes del llamado plan motosierra han afectado duramente al sistema científico. Según el Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación, más de 4.000 puestos científicos fueron eliminados desde que Milei asumió, parte de los más de 52.000 despidos en el sector público.

“El problema es estructural: la cadena de retención de talento está rota”, advirtió Sebastián Uchitel, director de uno de los principales centros de ciencia de datos de la Universidad de Buenos Aires. Explicó que muchos de sus estudiantes ganan más trabajando en el sector privado que un profesor universitario. “¿Cómo puedo contratar a alguien así? Ver que nuestro talento se va es devastador.”

Competir sin recursos

El desafío no es exclusivo de Argentina. Desde Nigeria hasta Brasil, muchos países de ingresos medios están viendo cómo su talento en IA emigra hacia laboratorios en Estados Unidos, Reino Unido o China. De hecho, más del 40% de los investigadores de IA de primer nivel trabajan fuera de su país de origen, según el Paulson Institute.

Argentina, con su presupuesto científico reducido y su infraestructura tecnológica limitada, compite en clara desventaja. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estima que la región solo representa el 1,6% de la inversión global en IA, a pesar de concentrar el 6,3% del PIB mundial. En ese ranking, Brasil lidera, seguido por México, Chile y recién después Argentina. Mientras tanto, Estados Unidos invierte unos 76.000 millones de dólares anuales en el sector.

“La partida ya está jugada para la mayoría de los países en desarrollo”, señaló Raúl Katz, coautor del informe de la CEPAL y profesor en la Universidad de Columbia. “Argentina debería concentrarse en adoptar la IA, no en intentar competir en la frontera tecnológica”.

Laboratorios con cables viejos y sueños nuevos

En la Universidad Nacional de Córdoba, uno de los pocos centros dedicados a la investigación en IA del país, la diferencia tecnológica es abismal. El laboratorio cuenta con equipos equivalentes a solo 20 GPUs Nvidia A100, mientras que el supercomputador brasileño Santos Dumont utiliza unas 400, y en Europa, gigantes como Leonardo en Italia operan con más de 13.000 GPUs.

“Nuestra capacidad es ínfima”, explicó Nicolás Wolovick, director del centro. “Nuestros mejores estudiantes se van porque afuera pueden trabajar con hardware de vanguardia.”

Un futuro en disputa

Aun así, hay quienes mantienen el optimismo. Leandro Mora Alfonsín, director ejecutivo de Argencon, cree que Argentina puede convertirse en un referente regional, aunque “llevará tiempo”. Este año, la entidad lanzará un programa para capacitar a 35.000 trabajadores en el uso de herramientas de IA, principalmente provenientes de otros sectores.

Mientras tanto, desde Oxford, Agustín Martínez intenta mantener viva la colaboración con sus colegas argentinos. Coordina un pequeño grupo de lectura sobre seguridad en IA y financia becas para jóvenes investigadores.

Pero su advertencia es clara: “Argentina corre el riesgo de convertirse en una granja digital, exportando mano de obra barata y datos para entrenar modelos que se monetizan afuera. Es extractivismo otra vez, solo que esta vez con conocimiento en lugar de litio.”